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Artículo publicado por el CECI Bolivia
Beatriz Quispe es guardaparque en el Parque Nacional Torotoro. Ella pudo ver de cerca el impacto de la pandemia en el municipio. Siendo mujer en una profesión que sigue considerada como masculina tampoco es simple.
Aprovechando una pausa forzada por lluvias fuertes, nos hemos encontrado en su oficina, entre el trueno y los cortes de luz por la tormenta.
¿Como decidiste ser guardaparque?
Mi papa era guardaparque. Así ha sembrado una semilla sobre el medioambiente, el cuidado y la conservación. De esa manera me anime a entrar a este trabajo.
Concretamente, ¿en qué consiste tu trabajo?
En el momento, soy la única mujer guardaparque. Es a la vez una oportunidad y un desafío. Tengo que aprender muchas cosas que hacen mis compañeros como los patrullajes, la exploración de cavernas y todo el tema de incendios y quemas. Hay que aprender todo eso. Trabajar como guardaparque es algo realmente integral. Conozco a las comunidades y a los niños. Conozco el tema de conservar y de proteger. Son muchas cosas. Todo eso me ha motivado a continuar. Algunos compañeros me ayudaron para que yo también pueda aprender.
¿Porque crees eres la única mujer?
Muchas mujeres se han atrevido en hacer ese trabajo, pero es complicado. Es complicado y como dije, es un trabajo integral. Todos los compañeros son muy bien formados en varias áreas. Creo que para las mujeres es más difícil por tema de fuerza, para las quemas, por ejemplo. Es más complicado por la resistencia por la naturaleza de la mujer. Sin embargo, hay áreas en las cuales las mujeres podemos desenvolvernos más fácilmente. Creo que nos sale más fácil todo lo que son las capacitaciones y la educación ambiental. También creo que el tema del turismo, del guiaje y de la interrelación con la gente es más fácil para una mujer.
Creo también que aún existe el machismo en la gente. Hay personas que no quieren que sus esposas o sus hijas puedan emprender algo más. Ahora mismo está cambiando eso, de a poco. Pero, aún hay. Justo antes que yo entré, había otra guardaparque mujer. Ella ha hecho un buen trabajo. Todo es muy gradual.
Tu trabajo te hace muy cerca de la actividad turística en el parque nacional de Torotoro. Supongo que pudiste ver muy rápidamente los efectos que tuvo la pandemia. ¿Cómo se han sentido esos efectos en el municipio y las comunidades?
Se cerró el parque el 16 de marzo 2020, según las instrucciones del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERJAP). Después del cierre, toda la cadena turística se paralizo: el transporte, el hospedaje, los mercados, los restaurantes y el guiaje. Ha afectado a todos. En el pueblo la gente tiene sus tiendas y seguirán un poco de actividades económicas, pero hizo bajar los ingresos de la gente. Afecto también al parque en sí. La gente se buscó otra forma de tener ingresos. Por ejemplo, vendieron plantas medicinales, para el sustento de sus familiares. Eso lo hemos visto en el pueblo.
En las comunidades, el efecto de la pandemia no ha sido tan fuerte. Están más seguro allá. Sin embargo, muchos que han migrado y que han regresado a sus comunidades. Eso ha hecho que entre el virus a los pueblos. Como no tenían trabajo en las ciudades por el virus, tuvieron que volver a sus comunidades.
Además, hizo bastante presión sobres las familias de las comunidades. Las familias prevén su sustento para ellos, pero no contaban suficiente para familiares que llegaron de otros lugares. Los alimentos previstos para un año se acabaron rápidamente porque han venido más personas. Tuvieron que buscarse otras alternativas.
Con el proyecto que estamos haciendo con el CECI y CISTUR (Centro de Investigacion y servicio en turismo), atacamos el tema de bioseguridad. Se busca que el parque sea reconocido como bioseguro, que sea algo confiable para los turistas. ¿Cuáles son los retos más importantes para que la gente cambie sus hábitos y respetan las normas de bioseguridad?
¡Es bien complicado! Al final, muy pocos han sufrido realmente del virus. Son muy fuertes en las comunidades, tienen una alimentación bueno y por eso creo que no se han enfermado mucho. No han tenido consecuencias muy graves. Por eso muchos dicen que la enfermedad no es fuerte. Entonces, han bajado la guardia. Al principio, estaban combatiendo con plantas medicinales, pero ya han dejado de hacerlo. Muchos no creen realmente en la enfermedad.
El reto más grande es la concientización. Hay que asegurarse que la población sea consciente que la enfermedad no es un juego, es parte de la salud. No podemos llevarlo a la ligera. Es necesario que la gente viviendo en el municipio y los viviendo en las comunidades del área protegida sean conscientes y que puedan implementar los protocolos. Mucho trabajo se hizo en el pueblo, pero. Todavía hay gente que no es consciente.
Quizás que si haya un caso muy grave lo tomarían en serio, pero mientras no. Por la presión de generar ingresos, han cumplidos con los protocolos. Saben que deben cuidarse, especialmente que están volviendo los turistas. Ojalá vean más la importancia. ¡No es solo cuidar la salud de los turistas! Lo primero es ellos mismos. Ellos se están cuidando y así cuidan a su familia. Si uno se enferma, lleva el virus a su familia y adentro de su familia puede haber personas vulnerables como niños o mayores… gente para quien están trabajando.
¿Como fue su experiencia con respeto al proyecto?
Creo que el proyecto ha llegado un momento indicado. CISTUR ha venido al buen momento. Sus recomendaciones han sido un gran apoyo. Eso muestra a la gente que no es solo el parque o del gobierno municipal, sino que es de conocimiento general. Primeramente, se ha hecho todo un tiempo de socialización y de capacitación de los protocolos para la reapertura. Sin embargo, no es suficiente. Es necesario continuar con capacitaciones, con los protocolos. A partir de la reapertura, hay nueva gente que ingresan. Estas personas que prestan servicios deben capacitarse periódicamente para mejorar su servicio y también cuidarse. ¡Esperemos seguir con apoyos para poder lograr eso!