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Artículo publicado por CECI-Guatemala
El presente artículo pretende subrayar una historia de esperanza en el marco de un proyecto financiado por el Fondo Canadá de Iniciativas Locales y administrado por el CECI en Guatemala: el emprendimiento de tres mujeres indígenas y su resiliencia frente a las brechas de desigualdad que viven día tras día.
Guatemala es uno de los países con mayores índices de desigualdad en América Latina. Además de los indicadores de la pobreza multidimensional que demuestran una desigualdad económica marcada, estructural e histórica, existe también una brecha por la desigualdad de género. La edad promedio de su población es de 25 años, pero resulta que Guatemala es el “Segundo peor país de América para nacer niña”, considerando índices de oportunidades para las niñas y datos como el matrimonio infantil, el embarazo en temprana edad, la mortalidad materna, el acceso a la salud y la tasa de educación. Varios informes y estudios han revelado que los pueblos indígenas y las mujeres son las poblaciones más afectadas por la pobreza, la pobreza extrema, la exclusión y la falta de oportunidades. Una realidad exacerbada por la pandemia del COVID-19: en este contexto, existen muy pocas oportunidades de emprendimiento económico sostenible para los pueblos indígenas y especialmente para las mujeres indígenas.
En este sentido, en un país fuertemente golpeado por la extrema pobreza y por un racismo sistémico e histórico, emprender un negocio sostenible, siendo una mujer indígena en una comunidad aislada y olvidada por las instituciones del Estado, es como partir de cero o partir con todas las probabilidades en su contra.
En la comunidad de Chuisolis, en el municipio de Concepción, del departamento de Sololá, viven Marta, Carmelina y Fidelia, tres jóvenes mujeres indígenas Kaqchikeles. El español es su segundo idioma y no han tenido la oportunidad de aprender a escribirlo, pero se sienten muy orgullosas de hablar su idioma. “Es por eso que en mi metodología utilizo muchas ilustraciones y dibujos, para poder entendernos. Verlas sonreír e interesadas en recibir los talleres, me da la pauta de que sí, hemos logrado una buena comunicación” cuenta Ana Caravantes, Asesora en gestión empresarial para mujeres, para el Programa de cooperación voluntaria* del CECI. Ana lleva catorce años compartiendo sus experiencias y conocimientos con poblaciones vulnerables en América Latina. Desde que se unió al equipo de voluntarias y voluntarios del CECI Guatemala en noviembre de 2020, está radicada en el departamento de Sololá. Fue una de las primeras voluntarias que ha logrado retomar el contacto con organizaciones socias y las poblaciones locales del país, en el contexto de la pandemia.
Ana inició su voluntariado apoyando en el proyecto "Fortalecimiento de la economía familiar para tres municipios de la cuenca del lago de Atitlán a través del fortalecimiento de la Producción Avícola a nivel Familiar (PAF) y del empoderamiento de mujeres", implementado a través de la alianza entre CECI Guatemala, AMSCLAE y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación - MAGA, con el apoyo financiero del Gobierno de Canadá por medio del Fondo Canadá para Iniciativas Locales -FCIL.
El objetivo del proyecto es contribuir en la economía campesina y local a través del empoderamiento de la mujer y de su participación en la producción avícola, fomentando prácticas sostenibles de producción pecuaria, amigables con el ambiente y los ecosistemas de la cuenca del lago de Atitlán.
Durante un taller impartido por Ana, Marta le comentó que cada día las mujeres de Chuisolis tienen que caminar un largo recorrido para ir al molino de nixtamal más cercano. El nixtamal es el producto de la mezcla de los granos de maíz molidos con agua y cal; una vez molido, las mujeres regresan caminando a su casa cargando la masa para elaborar las tortillas de los tres tiempos de comidas del día, la tortilla de maíz siendo la comida milenaria de los Mayas. La mayoría del tiempo, los molinos de nixtamal son negocios manejados por los hombres de la comunidad, según cuenta Ana.
“La comunidad de Chuisolis ha sido muy especial para mí ya que Marta, una de las beneficiarias, habló con varias mujeres de la comunidad para que pudieran conformar un grupo para emprender un negocio. El primer grupo le dijo que no, el segundo también”, relata Ana, recordando las dificultades organizacionales que enfrentó Marta al principio. “Hasta que logró convencer a dos amigas (Carmelina y Fidelia) para que pusieran en pie el negocio del molino, que recibieron gracias a una donación de la Embajada de Canadá en Guatemala”.
Las tres mujeres atendieron todos los talleres de emprendimiento impartidos por Ana y recibieron un diploma.
“Aquí estamos afectados por la pandemia pues, no puede trabajar uno, salir, nos afecta mucho, porque no hay trabajo, no se puede ganar dinero, no se puede conseguir trabajo lejos”, comenta Marta a Ana después de un taller.
La idea del negocio de Marta, Carmelina y Fidelia es tener un molino en la comunidad para que las mujeres ya no caminen tanto y cobrar un precio justo y solidario, para hacer que el negocio sea sostenible y así poder mantener a sus tres familias.
“Tenemos varias necesidades en este lugar, en este cantón donde vivimos nosotras. Somos pobres pues, no tenemos dinero, aquí no hay trabajo”, relata Marta. “Ojalá va a cambiar un poquito [nuestra situación] por el apoyo que ustedes nos traen. Necesitamos fuerza, algo para mantener a nuestras familias más que todo. Somos de escasos recursos, pero estamos juntas, unidas las tres mujeres para trabajar juntas. Recibir un molino es un gran apoyo que nos da el CECI”.
Gracias a los aportes de Ana en los talleres impartidos, Marta, Carmelina y Fidelia se sienten apoyadas y empoderadas para lanzar su negocio de molino de nixtamal y realizar sus sueños de poder mantener a sus familias de manera digna.
* El programa de cooperación voluntaria del CECI tiene como objetivo mejorar el bienestar económico y social de las personas más pobres y marginadas de África, Asia y América. En particular, el CECI tiene como objetivo reforzar el lugar de las mujeres y de las jóvenes como iniciadoras y agentes de cambio para un desarrollo sostenible e inclusivo. Al compartir sus competencias y su experiencia, y al trabajar en estrecha colaboración con las organizaciones locales, las y los voluntarios del CECI contribuyen a reforzar el poder económico de las mujeres y de las jóvenes y la resiliencia de las comunidades frente al cambio climático.”