Historia de éxito

Una mirada al compromiso, la comunicación y la dignidad de las artesanas indígenas de Bolivia

Bolivia
Publicado por : Marie Michelle Veillette

En el tumulto de las narrativas internacionales sobre el desarrollo, algunas voces permanecen al margen, a menudo reducidas al silencio o a clichés pasados de moda. Desde mi llegada a La Paz, han sido las voces de las artesanas indígenas las que me han enseñado a escuchar de otra manera. Sus manos tejen más que textiles: hablan de luchas, esperanzas y mundos.

Escuchar de otro modo

Gracias a mi trabajo en el CECI me involucré con la RED OEPAIC, una red única dirigida por y para mujeres artesanas, en su mayoría indígenas. Con su trabajo, ellas defienden su autonomía económica, la transmisión de conocimientos ancestrales y la solidaridad intercomunitaria que trasciende fronteras regionales. Me inspiró profundamente su enfoque de desarrollo, enraizado en la tierra, arraigado en la memoria y centrado en la dignidad.

En Bolivia, donde conviven 36 naciones indígenas reconocidas, la identidad cultural no es cosa del pasado: está viva. Se percibe en los gestos, las lenguas, los mercados y las vestimentas. Las artesanas son las guardianas de este patrimonio. Y, a través de su arte, afirman que es posible construir un futuro sin renegar de las propias raíces.

En esta historia, quiero destacar su fuerza, su creatividad y su forma única de habitar el mundo. Demasiado a menudo folclorizados o ignorados, están en el corazón de una visión en la que la comunicación, cuando se basa en la escucha y el respeto, se convierte en una auténtica herramienta de justicia cultural.

Un experimento de co-construcción

La Red de Organizaciones Económicas de Productores Artesanas (RED OEPAIC) agrupa a más de 2.500 familias de artesanas de toda Bolivia. Gracias al apoyo del Programa de Cooperación Voluntaria (PCV) del CECI, la red está fortaleciendo las capacidades comerciales de sus miembros a través del uso de la tecnología digital, con un enfoque particular en las mujeres y los jóvenes.

Mi papel como asesora de comunicación consistió en apoyar estas iniciativas. Impartí talleres sobre redes sociales y fotografía de productos, para reforzar la capacidad de las artesanas para promocionar su trabajo en Internet y, sobre todo, cómo contar la historia de su arte en la red sin traicionar su esencia.

La formación práctica que impartí también exploró la toma de fotografías con un teléfono, para animarlas a mostrar sus creaciones de forma independiente y accesible. Pero más allá de la formación digital, para mí era importante crear un espacio de reconexión con el gesto artesanal. Por eso organicé un taller de punto y tejido tradicional abierto al público. Este momento de compartir ayudó a tomar conciencia del inmenso trabajo que hay detrás de cada pieza, permitiendo que las artesanas y los consumidores se conecten desde un espíritu de respeto y reconocimiento mutuos.

Uno de los encuentros más memorables de mi experiencia fue con doña Kristina. Cuando me ofreció la oportunidad de probarme una pollera -la falda tradicional de las cholitas aimaras- y el sombrero bombín, fue un gesto de gran generosidad. Me hizo comprender mejor el profundo orgullo cultural que sienten estas mujeres en su vida cotidiana.

Detrás de cada traje tradicional hay un lenguaje. El sombrero ladeado no se lleva al azar: señala el estado civil. El aguayo, la tela de colores que se lleva en la espalda, encarna un vínculo con la tierra, con la familia, con la historia. No son «trajes populares», sino declaraciones de identidad, manifiestos de dignidad.

Aprender de las demás - aprender a escuchar de otra manera

A medida que avanzaban las reuniones, me di cuenta de que mi papel no consistía en «hacer hablar» a las artesanas, sino en crear las condiciones para que pudieran expresarse plenamente, utilizando sus propias palabras, gestos y silencios. No se trataba de rellenar un formulario o realizar una entrevista: se trataba de abrir un espacio respetuoso en el que las palabras pudieran surgir de forma natural, según sus propios códigos y ritmo.

Algunas mujeres hablaban poco, pero sus manos contaban la historia de su conocimiento. Otras puntuaban su discurso con símbolos, leyendas, alusiones a la Pachamama o a las montañas sagradas. Cada intercambio me invitaba a detenerme, a observar, a descodificar un lenguaje profundamente arraigado en la cultura.

El tiempo de transmisión aquí no es de eficacia o rentabilidad. Es el de la presencia, la paciencia y el detalle. Y eso es lo que me enseñaron estas mujeres: que la comunicación puede ser lenta, pero profundamente significativa.

En el contexto de la solidaridad, eso cambió mi perspectiva. Vine con herramientas, sí, pero sobre todo con la humildad de aprender. No se trataba de imponer conocimientos, sino de construir sobre lo que ya existía, una riqueza que a menudo se subestima.

Reconocer, resistir, conectar

Apoyar a artesanas indígenas significa algo más que comprar sus productos o publicar su foto en un folleto. Significa reconocer su papel como portadoras de conocimientos, cultura y visión. No son las beneficiarias del desarrollo que viene de fuera: son las protagonistas.

Cambiar nuestra forma de verlas significa apoyarlas más eficazmente. Esto significa verlas como socias, como expertas en su propia realidad, y no como figuras pintorescas.

¿Y si, en el contexto de la solidaridad internacional, transformáramos la comunicación de una herramienta de visibilidad a un espacio de resistencia cultural y justicia narrativa?

No quiero que lo que he vivido aquí sea un paréntesis. Quiero que eche raíces. Una raíz alimentada por la paciencia, la escucha, la dignidad silenciosa de las artesanas, por su forma de decir «estamos aquí», sin gritar, pero con una fuerza innegable.

Marie-Michelle Veillette

Voluntaria de comunicación de la RED OEPAIC en La Paz, en el marco del Programa de Cooperación Voluntaria (PCV) implementado por el CECI, con el apoyo de Global Affairs Canada.


Nuestros socios

Gracias a nuestros socios financieros y de implementación, sin los cuales este proyecto no sería posible. El programa de cooperación voluntaria del CECI se lleva a cabo en colaboración con el Gobierno de Canadá.

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