Testimonio

Mi viaje personal por CECI Bolivia (en español)

Bolivia
Publicado por : Klever Descarpontriez

El 4 de febrero del 2021 apliqué a una beca Erasmus para hacer una maestría en España sobre estudios de género y de la mujer. Había aprovechado la mayoría de la cuarentena rígida el año anterior, para postularme a todas las maestrías habidas y por haber en el exterior. 

Recuerdo haber escrito en mi aplicación que me emociona poder postular para la 15° edición del Máster Erasmus Mundus en Estudios de las Mujeres y de Género (GEMMA). Mi madre se divorció de mi padre cuando yo tenía 10 años y desde entonces me crié en una familia compuesta enteramente por mujeres fuertes, junto con mis dos hermanas menores. Me presenté como un joven boliviano que siempre ha soñado con seguir una carrera política, porque sentía que este es un espacio desde el cual se toman muchas decisiones que tienen un impacto directo en la calidad de vida de millones de personas. Estaba completamente convencido que el programa GEMMA me proporcionaría las herramientas para dedicarme a la formulación de políticas públicas, así como a servir a mi comunidad. Si algún día llegaba a trabajar en el gobierno, me gustaría ser el servidor público que materialice la importantísima tarea de transversalizar cuestiones de género en todo el accionar del Estado.

Además de aprender a hornear pan de masa madre, hacer queques de banana con chispas de chocolate, comenzar un huerto casero en el patio trasero de mi casa, y descargarme TikTok como el resto del mundo, también pasé el confinamiento estricto de la primera ola del Covid-19 aprovechando mucho las plataformas online de debate sobre temas de género y pandemia, leyendo, investigando y profundizando sobre los impactos sociales del Covid-19. Me centré en analizar los impactos que tienen las medidas de la emergencia sanitaria en la convivencia ciudadana desde una perspectiva feminista combinando un enfoque de derechos humanos. Llegué a la conclusión que la crisis sanitaria, al igual que la crisis climática, nos afecta a todos, pero no nos afecta a todos por igual. Las mujeres fueron desproporcionadamente afectadas por las medidas de contención del gobierno para hacer frente a la pandemia. 

Aterrizando lo que acontecía con la pandemia mundial en mi contexto en Bolivia, me di cuenta que muchas cosas sobre las que iba leyendo sobre los impactos sociales en relación a la conveniencia ciudadana se aplicaban o las estaba viviendo en mi contexto cercano e inmediato. En relación al derecho a una vida libre de violencia y el derecho a la integridad física de la persona, ayudar a mi hermana mayor y mi sobrino bebé a mudarse de vuelta a la casa donde crecimos para lograr escapar de una relación abusiva y violenta, me hizo dimensionar como debido a las medidas de contención de la pandemia se exacerbó la crisis de violencia contra la mujer, ya de por sí alta pre-pandemia siendo el país con los índices más altos de violencia contra la mujer en la región. 

En relación a los derechos laborales, ver con impotencia como mis vecinos despidieron a su trabajadora del hogar por miedo a contraer el virus, me recordó como, debido en parte a la histórica y actual discriminación de género, muchas mujeres se encuentran en trabajos que son mayormente informales, menos remunerados y más vulnerables a una crisis socioeconómica producto del Covid-19. De igual manera, el 2020 mi hermana menor, estaba trabajando como agrónoma en unos campos de arándanos en medio del desierto en Olmos, Perú, donde el pico más alto de la primera ola de la pandemia en Perú la dejó atrapada. Después de meses de trabajo sin que la actividad productiva parara o disminuyera por la pandemia, mi hermana menor tuvo que ser repatriada en un vuelo humanitario porque la estaban explotando laboralmente en el campo debido a la reducción del personal y las exigencias para cumplir con las metas económicas de la empresa sin considerar los impactos negativos de la pandemia en el personal. 

Apliqué a la maestría creyendo que necesitaba cruzar el charco que separa nuestros continentes para aprender, encerrado entre 4 paredes, como era la realidad que vivían millones de compañeras bolivianas en mi propio país. Creía que la academía era la respuesta para poder ver el bosque en vez de enfocarme meramente en un árbol. Creía que tenía que salir para formarme, pero recién poder regresar y ser una persona efectiva y productiva en la sociedad. 

Larga historia corta, al poco tiempo me llegó un correo de la universidad diciendo que había sido rechazado para la maestría. Ese día sentí que mi mundo entero se había desmoronado, el bajón me duró un par de semanas. Sin embargo, sabía que no podía quedarme ahí. Por suerte había hecho planes tanto para si me quedaba en Bolivia como si me iba al extranjero. Meses antes, una amiga me había hablado de la existencia del CECI, me enamoré de inmediato, apliqué paralelamente, y hacia finales de abril tuve mi entrevista, en una cuestión de dos meses estaba comenzando mi primer mandato en la Fundación Amigarse como asesor de medio ambiente y cambio climático. A finales de abril del 2022, comencé otro mandato con CECI Bolivia, pero esta vez como asesor de género e incidencia en una institución feminista. Estamos en agosto y estoy a pocos días de terminar mi mandato en la Casa de la Mujer*. De esto aprendí que no siempre lo que creemos que es mejor para nosotros lo es. La vida, el universo, o como quieran llamarle, nos dan mejores cosas. Creía que aprender la teoría era lo que necesitaba, pero evidentemente la práctica me buscó por medio del CECI.

Si bien mi mandato fue corto, de esta experiencia siento que me llevó más aprendizajes de lo que hubiera aprendido en dos años del máster. Me tomo el atrevimiento de decir esto, porque el conocimiento práctico jamás será igual que el conocimiento teórico. El compartir espacio con mujeres fuertes y elocuentes, que llevan más de 3 décadas de lucha contra el patriarcado y otros sistemas de opresión, se convirtió en mi mejor docente. Escuchar de primera mano las historias de decenas y decenas de mujeres, que navegan diariamente por las complejidades de lo que es poder acceder al sistema de justicia en nuestro país, se convirtió en el mejor salón de clases que podría haber podido pedir. Las instituciones que supuestamente están mandadas por ley para garantizar a las mujeres una vida íntegra y libre de violencia, como ser el Ministerio Público, la Fiscalía, las Defensorías del Pueblo, las Defensoría del Niño-a y Adolescentes, la Defensoría del Adulto-a Mayor y Personas con Discapacidad, los Servicios Legales Integrales Municipales, las Unidades de Víctimas Especiales, la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia, sumado a los-as abogados-as y jueces, se convirtieron en compañeros inesperados de clase. 

Volviendo a mi futura vida en la política, esta experiencia me hizo aún más consciente de la necesidad de contar con una política de transversalización de género en todos los ministerios y en el trabajo de los tres niveles del estado. Estoy más convencido que quiero ser un líder y un participante activo en la construcción de un mundo más justo, sostenible, y sobre todo, más equitativo. Quiero participar activamente en la creación de un lugar mejor para mis hermanas, mis amigas, y las compañeras que aún no conozco en Bolivia y el resto del mundo. 

Haber trabajado en la Casa de la Mujer me ha empoderado y dado las herramientas para contribuir a una conversación indispensable sobre la situación de las mujeres pre y post pandemia (como también las muchas crisis por enfrentar) que debemos tener como sociedad. El CECI, a través de su programa de voluntarios nacionales, me proporcionó las herramientas para contribuir a políticas públicas, así como también a servir a mi comunidad. Si algún día llego a trabajar en el gobierno, voy a ser el servidor público que materialice la agenda feminista en todo el accionar del Estado.

Termino mi mandato con el corazón contento, y con una mano en el pecho agradezco a todas las personas que en el camino hicieron esto posible. 

Muchas gracias. 

Klever

Agosto 10, 2022


*La Casa de la Mujer busca, desde el feminismo, contribuir al empoderamiento de las niñas, adolescentes y mujeres a través de su articulación con otras organizaciones sociales y movimientos de la sociedad civil que promueven la exigibilidad y el ejercicio de los derechos humanos, el respeto a los pueblos indígenas y de las diversidades sexuales y genéricas, con el fin de transformar las relaciones de poder y construir condiciones necesarias para la igualdad y la justicia de género en el marco de la interculturalidad y el Estado plurinacional.

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