Historia de éxito

Cultivar autonomía: mujeres guatemaltecas aprenden a elaborar bioinsumos para regenerar la tierra

Guatemala
Publicado por : Raphael Savaria

En plena crisis mundial de la biodiversidad, marcada por la alarmante desaparición de especies esenciales para nuestros ecosistemas, se vuelve urgente reducir la dependencia de pesticidas e insecticidas industriales, que no solo afectan a las plagas agrícolas, sino que también destruyen a los polinizadores, empobrecen los suelos, contaminan el agua y aceleran el colapso de los equilibrios ecológicos.

En las últimas décadas, las comunidades rurales han sido incentivadas, a menudo por programas gubernamentales o iniciativas de desarrollo internacional, a adoptar fertilizantes sintéticos y pesticidas químicos para aumentar los rendimientos1. Aunque estos productos ofrecen ganancias a corto plazo, han contribuido a la degradación del suelo, la dependencia económica y riesgos para la salud.Como respuesta, es posible de identificar alternativas accesibles y ecológicas a los insumos convencionales. Los microorganismos de montaña y los bioinsumos a base de neem representan opciones viables que pueden reproducirse fácilmente a nivel comunitario.

Entre las montañas y los valles de Rabinal, esta preocupación tomó forma a través de una serie de talleres agroecológicos que, del 21 al 25 de julio de 2025, reunió a grupos conformados en su mayoría por mujeres de distintas comunidades de la región. Su objetivo común: aprender a elaborar bioinsumos a base de neem y microorganismos de montaña para fortalecer la agricultura agroecológica local.

El taller, facilitado por José Miguel Gómez, formador de la organización Qachuu Aloom, puso en valor el intercambio de saberes, la solidaridad y la creatividad de las participantes. La iniciativa se realizó en colaboración con Qachuu Aloom, una organización comunitaria que trabaja con familias para promover la agroecología, la soberanía alimentaria, la conservación de semillas, la agricultura sostenible y el empoderamiento de las mujeres. Con experiencia previa en colaboración con voluntariado, Qachuu Aloom aportó su conocimiento especializado para llevar adelante esta iniciativa, que fue posible gracias al apoyo financiero del CECI.

El cambio climático añade otra capa de dificultad para las familias campesinas. Las lluvias impredecibles, las estaciones secas prolongadas y el aumento de las temperaturas están alterando los ciclos de siembra y reduciendo las cosechas. Para quienes dependen de sistemas tradicionales, estos cambios ponen en riesgo su seguridad alimentaria. A estas dificultades ambientales se suma un contexto económico complejo, que limita las opciones de las productoras. En este proyecto, muchas mujeres no contaban con conocimientos sobre los bioinsumos y se veían obligadas a utilizar fertilizantes químicos que, a largo plazo, deterioran la salud de la tierra. Frente a estos retos, las prácticas agroecológicas les ofrecen herramientas para adaptarse mejor, al mejorar la salud del suelo, conservar el agua y aumentar la biodiversidad, fortaleciendo así su resiliencia ante un clima cambiante.

Una semana de aprendizajes compartidos y compromiso comunitario

Algunas mujeres salieron de sus aldeas desde las 4 de la mañana para asistir a las sesiones de formación. Algunas llevaron a sus hijos e hijas, quienes participaron activamente en diversas etapas de la actividad según sus capacidades, desde clasificar hojas hasta ayudar en la mezcla de materiales. Esta participación intergeneracional mostró que aprender sobre agroecología no es solo una cuestión individual, sino un esfuerzo colectivo y familiar. Más que adquirir conocimientos por separado, las personas fortalecen juntas su capacidad de enfrentar los desafíos y cuidar su comunidad.

Las participantes fueron invitadas a compartir sus experiencias agrícolas en pequeños grupos de discusión antes de exponerlas al grupo completo. Estos intercambios horizontales permitieron abordar los cultivos locales, las prácticas utilizadas y los beneficios concretos de integrar microorganismos de montaña en los sistemas agrícolas tradicionales. Entre ellos, el sistema milpa —un método ancestral de policultivo que combina maíz, frijol y calabaza— se basa en la complementariedad de las plantas para conservar la fertilidad del suelo y diversificar la alimentación. También se presentaron técnicas alternativas a los insumos sintéticos, como las soluciones microbianas activadas y las aplicaciones foliares como el Bio-Cafrex.

Uno de los ejes clave del taller fue el árbol de neem (Azadirachta indica), reconocido por sus propiedades insecticidas naturales. Muchas mujeres se sorprendieron al descubrir que este árbol ya crecía en sus propias comunidades. Los formadores explicaron cómo las hojas de neem pueden utilizarse para preparar un fertilizante natural y un repelente de plagas, seguro para las personas, los animales y los polinizadores cuando se aplica de manera adecuada. Este hallazgo puso de relieve el potencial aún desaprovechado de la biodiversidad local y la importancia de reconectarse con los saberes ancestrales como base para una transición ecológica.

El proceso también puso en valor los conocimientos y la práctica colectiva de las mujeres: desprender las hojas, quitarles las impurezas y las partes inútiles, seleccionarlas a mano y luego sumergirlas en agua para extraer las sustancias activas. Este trabajo manual, realizado en grupo y sin necesidad de tecnología avanzada, ilustra una forma sencilla y accesible de retomar conocimientos tradicionales. El taller no solo brindó herramientas técnicas, sino que también fortaleció el empoderamiento de las participantes al valorar los recursos y saberes ya presentes en la comunidad.

Del árbol al campo: elaborando bioinsumos con neem

Una de las actividades centrales de la semana fue la elaboración práctica de un bioinsumo natural a base de hojas de neem. Los bioinsumos son productos naturales elaborados a partir de microorganismos, plantas o minerales, que se utilizan para mejorar la salud del suelo, nutrir las plantas o proteger los cultivos, todo ello sin dañar el medio ambiente.

Las participantes iniciaron el proceso recolectando y seleccionando hojas verdes frescas, que luego fueron pesadas y licuadas con agua para obtener un concentrado. Esta mezcla se almacenó en recipientes plásticos y más tarde se diluyó en grandes barriles con agua y melaza, lo que permitió activar la vida microbiana. Tras un proceso de fermentación de aproximadamente 20 días, la solución quedó lista para aplicarse en los cultivos como fertilizante y repelente natural de plagas.

Foto: Una hoja de neem antes de ser transformada en bioinsumo. Foto tomada por : Mohammad Ibrahim, imagen libre de derechos (https://www.pexels.com/photo/neem-leaves-13666672/)

Más allá del proceso técnico, el taller también funcionó como catalizador de empoderamiento. Al aprender a elaborar sus propios insumos, muchas mujeres expresaron sentirse más seguras para tomar decisiones en sus cultivos, reducir su dependencia de productos costosos y compartir lo aprendido con otras personas de su comunidad.

Las que asistieron a dos o más sesiones recibieron una bomba de mochila de 12 litros para aplicar los bioinsumos que aprendieron a preparar. Cada bomba fue pintada a mano con diseños florales y personalizada con los nombres de las participantes, transformando una herramienta funcional en un símbolo de apropiación, orgullo y reconocimiento.

Fotos: Wendy Elizabeth De León Samayoa, asesora de monitoreo y evaluación de CECI Guatemala, etiqueta y decora las mochilas de las participantes, mientras una integrante del equipo de Qachuu Aloom colabora en la organización y distribución del material. Fotos tomadas por: Raphaël Savaria.

Este gesto simbólico refleja un principio clave de la agroecología: la integración del conocimiento, el cuidado y el valor social. Al ofrecer herramientas prácticas y saberes aplicables, el programa abre un camino hacia una mayor autonomía económica para las mujeres y fortalece, poco a poco, su capacidad para participar en las decisiones dentro de sus comunidades. Al apropiarse de herramientas tradicionalmente utilizadas por los hombres, también desarrollan la confianza y las competencias necesarias para transmitir estos aprendizajes y enseñar a otras personas de sus comunidades cómo replicar estas soluciones.

Milpa y resiliencia: entre tradición y desafíos modernos

En muchas regiones de Guatemala, el sistema de milpa siendo una solución viable para las familias campesinas. Requiere pocos insumos químicos, pero implica mayor trabajo manual, esfuerzo físico y colaboración comunitaria.

Una de las participantes, Fermina García, una mujer con años de experiencia trabajando la tierra, compartió una reflexión que capturó con fuerza la urgencia de esta transición. Relató cómo, en las últimas dos décadas, los cultivos que en tiempos de su padre crecían con facilidad, hoy apenas logran desarrollarse.

“Hace más de 18 años, mi papá cultivaba ayotes muy grandes. Ahora ya no crecen así. Pero desde que comencé a usar abono orgánico, empezaron a crecer distintas plantas. Se ven más grandes, más verdes. Espero que algún día pueda volver a cosechar ayotes como los de mi padre.”

Su testimonio, más allá de lo personal, expresó una preocupación colectiva: la pérdida de biodiversidad, la ruptura en la transmisión de conocimientos entre generaciones y la necesidad urgente de regenerar la tierra para que las futuras generaciones puedan volver a cultivarla.

Hacia una cultura de colaboración agroecológica

Frente a los desafíos agrícolas, sociales y climáticos, muchas de las respuestas ya existen dentro de las comunidades. Frente a los desafíos agrícolas, sociales y climáticos, muchas de las respuestas ya existen dentro de las comunidades. Lo que se necesita es tiempo, espacio y apoyo para que florezcan. Este apoyo puede tomar la forma de formación continua, programas que financien la transición a la agroecología o inversiones en equipos adaptados a prácticas sostenibles. Esta semana de talleres demostró cómo acciones prácticas y contextualizadas pueden nutrir la tierra de forma distinta y sentar las bases para un futuro más justo y sostenible. Qachuu Aloom continuará promoviendo prácticas sostenibles y apoyando a comunidades de mujeres, tal como lo ha hecho durante los últimos 22 años.

Las personas organizadoras esperan que los conocimientos compartidos continúen creciendo, adaptándose y echando raíces en los territorios. Iniciativas como sesiones comunitarias regulares para elaborar bioinsumos, intercambios entre comunidades y mayor acceso a plantas clave como el neem reflejan el deseo de construir una cultura de prácticas compartidas. En este proceso, las mujeres desempeñan un papel central: a través de su implicación activa, se apropian de nuevas herramientas, refuerzan sus competencias y transmiten sus saberes a otras personas.

A través de actos repetidos de colaboración y aprendizaje, las comunidades no solo están regenerando sus suelos, sino también reconstruyendo la confianza, la autonomía y la fuerza colectiva. Los conocimientos, herramientas y vínculos cultivados durante estas jornadas nos recuerdan que los cambios duraderos comienzan desde adentro, y que cuando las comunidades son apoyadas en trazar sus propios caminos, la transformación se vuelve posible.

Nuestros socios

Gracias a nuestros socios financieros y de implementación, sin los cuales este proyecto no sería posible. El programa de cooperación voluntaria del CECI se lleva a cabo en colaboración con el Gobierno de Canadá.

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