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Con motivo del Día Internacional de los Voluntarios, el CECI destaca las historias inspiradoras de personas que, con su dedicación, contribuyen a fortalecer el poder de acción de las comunidades. Este año, el Premio Rosario Demers, destinado a reconocer a voluntarias-os que han hecho contribuciones destacadas a un proyecto del CECI, fue otorgado a Khady Diallo. Su historia ilustra el poder de la colaboración y la riqueza de la experiencia humana que proviene del voluntariado.
El camino de Khady Diallo resuena como una promesa de compromiso y resiliencia. Con su risa contagiosa y su personalidad vibrante, ilumina cada espacio que pisa. Sin embargo, más allá de esta cálida aura, Khady encarna una determinación inquebrantable de mejorar el mundo, paso a paso.
Una joventud en valores y promesas
Nacida en Senegal, Khady creció en una familia que valoraba la solidaridad. Muy pronto, sus padres la iniciaron en el movimiento scout, forjando en ella una profunda sensibilidad hacia las causas colectivas. Tras obtener un título en gestión en la Universidad París-Dauphine, inició una carrera que combina experiencia profesional con compromiso social. Lo que distingue a Khady es su capacidad para conectar comunidades, construir puentes entre culturas y movilizar energías en torno a proyectos que generan cambios significativos.
«Ser voluntaria es una forma de vida», dice, con los ojos brillantes. En 2019, se unió al Programa de Cooperación Voluntaria (PCV) del CECI, con una misión clara: retribuir poniendo sus habilidades al servicio de organizaciones que transforman vidas.
Compromisos que transforman
Durante su mandato en el CECI, Khady ha participado en diversas iniciativas, abordando temas como el empoderamiento económico de las mujeres y la lucha contra la mutilación genital femenina. Un momento clave fue conocer a chicas jóvenes en Senegal formadas en oficios no tradicionales, como mecánica y electricista de coches.
«Ver su valentía y tenacidad para superar enormes obstáculos me impactó profundamente. Estas chicas están redefiniendo las normas y demostrando que el cambio es posible», dice una emocionada Khady.
También recuerda el día en que ayudó a una organización socia a obtener financiamiento para un ambicioso proyecto muy cercano al corazón de la comunidad. Este éxito, que ella creía inalcanzable, marcó un momento decisivo en su motivación, reforzando su convicción de que, a veces, todo empieza con un simple gesto de confianza.
Una inspiradora filosofía de vida
Khady no es sólo un agente del cambio; también es una fuente de inspiración para quienes la rodean. Apasionada de la cocina, curiosa y positiva, ve cada reto como una oportunidad. «Mi risa es mi firma», dice riendo. «Quiero que la gente que me rodea se sienta ligera y capaz de mover montañas».
Cuando habla de una de sus grandes inspiraciones, Nelson Mandela, se percibe la fuerza silenciosa que lleva dentro. «Su resistencia ante la adversidad es un modelo para mí», afirma.
Mirando al futuro
Para Khady, el voluntariado es mucho más que un compromiso: es una invitación a soñar con un mundo mejor. «Sueño con un futuro en el que se erradique la mutilación genital femenina, en el que los niños tengan acceso a la atención sanitaria y en el que las mujeres, verdaderos pilares de las familias, dispongan de los medios para empoderarse.
A quienes aún dudan en implicarse, les hace un vibrante llamamiento: «El voluntariado me ha permitido aprender tanto como dar. Es una experiencia que te transforma y da un sentido profundo a la vida. Volvería a hacerlo tantas veces como fuera necesario».
Con Khady Diallo, el mundo parece un poco más luminoso, animado por la risa de un sol que no ha terminado de brillar.