Testimonio

Cuando las voces se alinean, el cambio se multiplica

Ruanda
Publicado por : Luisa Gomez

La primera vez que crucé las puertas de la ONG Duterimbere, supe de inmediato que mi misión iría mucho más allá de la comunicación. La directora ejecutiva me recibió con una sonrisa cálida, vestida con un vestido amarillo idéntico al mío. Esta simple coincidencia rompió el hielo y, sobre todo, creó un vínculo inmediato de confianza. Llegué como asesora en comunicaciones, pero ya era recibida como una verdadera socia.

El desafío de la comunicación

Muy pronto surgió un desafío claro: la organización quería llegar de forma más eficaz a las mujeres agricultoras a las que apoya, pero la mayoría de sus mensajes se producían en inglés o francés. Sin embargo, la gran mayoría de las mujeres rurales se comunican principalmente en kinyarwanda. ¿Cómo lograr un cambio duradero si la información no llega a las mujeres en el idioma que refleja sus realidades cotidianas?

Esto se convirtió en el eje central de mi mandato: adaptar la comunicación para que realmente llegara a las mujeres — en su idioma y con sus propias palabras. Lideré el desarrollo de la estrategia y, junto con Benny y una pasante recién incorporada, construimos un sistema de traducción y adaptación cultural que transformó el alcance de cada mensaje. Esta colaboración estrecha, anclada en el contexto local, fue uno de los primeros pilares del cambio.

Entonces llegó el momento clave: la organización de un evento importante destinado a poner de relieve el impacto de Duterimbere entre las mujeres agricultoras. Un evento que, por lo general, suele pasar desapercibido, debido a las limitaciones técnicas y organizativas. Juntos, decidimos convertirlo en algo totalmente diferente:

  • un evento accesible tanto de forma presencial como en línea; 
  • un evento diseñado según los ritmos de las comunidades; 
  • un evento que, por fin, contara las historias de las mujeres en su propio idioma. 

El cambio se notó muy rápidamente. A medida que la estrategia iba tomando forma, el equipo se dio cuenta de la importancia de planificar, ordenar las etapas y dedicar tiempo a la comunicación para que esta pudiera desempeñar su función. En un contexto en el que las actividades suelen prepararse a última hora, estructurar el trabajo, aunque fuera en una semana y media, era casi un reto.

Y, sin embargo, funcionó.

El evento superó todas las expectativas: mayor visibilidad, nuevas suscripciones, participación masiva, interacciones en directo.

La directora, sorprendida por la magnitud del movimiento, recibió llamadas de personas que realmente descubrían el impacto de la organización. Esta vez, las transformaciones que vivían las mujeres ya no se limitaban a los informes escritos: se hacían visibles, públicas, reconocidas. Para las mujeres agricultoras, esta evolución no era solo una cuestión de comunicación. Era una forma de verse representadas, escuchadas, valoradas. El simple hecho de difundir los mensajes en kinyarwanda —con su tono, su ritmo y referencias que les resultaban familiares— creó un nuevo vínculo entre la organización y su comunidad. La comunicación se convirtió en una herramienta de poder: la de dar visibilidad a mujeres que a menudo quedaban olvidadas en los debates públicos.

Para Duterimbere, este cambio abrió nuevos horizontes.

La nueva visibilidad reforzó su credibilidad, respaldó su capacidad para buscar financiación y reavivó su confianza institucional. La organización comprendió entonces que la estrategia no era un lujo, sino un vector de transformación.

Y para mí, esta experiencia supuso un punto de inflexión.

Aprendí que cuando realmente nos adaptamos a los idiomas, a los ritmos, a los recursos disponibles la comunicación se convierte en una palanca para la igualdad. Aprendí a lidiar con un «caos ordenado», donde no todo es rápido o digital, pero donde cada gesto puede generar un cambio real cuando se hace con cuidado.

Al abandonar Ruanda, sentí una mezcla poco habitual: la profunda alegría de haber contribuido a algo importante y la tristeza de tener que marcharme. Había descubierto una comunidad en la que se avanza con calma, pero con seguridad; donde la colaboración se teje con sinceridad; donde la visibilidad no es un objetivo estético, sino un medio para apoyar a las mujeres que transforman su futuro en las colinas ruandesas.

Si tuviera que quedarme con una sola cosa, sería esta:

El cambio surge cuando se da a las mujeres las palabras que les pertenecen y el espacio para hacerlas oír.

Y una vez que sus voces circulan, nada puede detenerlas.

Nuestros socios

Gracias a nuestros socios financieros y de implementación, sin los cuales este proyecto no sería posible. El programa de cooperación voluntaria del CECI se lleva a cabo en colaboración con el Gobierno de Canadá.

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